EL TIEMPO OBJETIVO Y EL TIEMPO SUBJETIVOEl tiempo vive paradójicamente entre la objetividad y la subjetividad:a) Su objetividad puede ser entendida como la sucesión de acontecimientos posibles de ser conocidos y mensurables.b) Por otra parte y a la misma vez, podemos reconocer una dimensión subjetiva del tiempo, entendida como la vivencia propia de cada persona, la manera particular como procesa cada uno, en sí, las cosas del mundo, es decir, para esta dimensión "el tiempo es subjetivo, vivido, tiene una duración interna que varía de persona a persona. El sentido interno...puede estar en contradicción con el tiempo de reloj y, en comparación con él, puede 'volar' o 'alargarse'."
LA ESCUELA Y EL TIEMPO DE LA MODERNIDADLa escuela que conocemos hoy, surgió en el proceso mismo de constitución de la modernidad, época que si bien puede ser establecida a partir de ciertos hechos históricos, principalmente se diferencia de las épocas anteriores por una manera nueva y especial de mirar el mundo. La cosmovisión de la era de la Modernidad, muestra un severo rompimiento con la manera religiosa de interpretar la vida, propiciando formas diversas que van constituyendo un modo científico de ver la realidad a partir del monopolio de la razón para el ordenamiento de las cosas del mundo, así como de recuperar el protagonismo del hombre en la construcción de su propia historia y de plantearse dominar a la naturaleza a través de conocer y transformar los fenómenos desde las incesantes revoluciones tecnológicas. Así podemos encontrar junto al silbato de las fábricas que indicaban la hora de inicio y de término de la jornada, cómo en las grandes catedrales sobresalían sendas maquinarias de reloj, que en ciertas horas activaban el sonido de las campanas; relojes de una sola manecilla, no tanto para medir segundos, sino para marcar el paso del tiempo por horasEn este devenir, hoy podemos contemplar la manera en que el universo simbólico de la institución escolar ha codificado con mayor rigor su actividad, ha hecho un conjunto de disposiciones del espacio físico, que conlleva evidentemente una perspectiva política y cultural; ha dispuesto un currículum determinado cuyos elementos de conocimiento están envueltos en una concepción legitimada de saber y de ciencia; ha seleccionado y colocado a los estudiantes de acuerdo a ciertos criterios evaluadores en grupos y niveles; ha establecido reglamentos y formas para guiar los procesos de evaluación y acreditación; ha establecido espacios y tiempos para los rituales cívicos; ha delineado ciertos rasgos de la estructura laboral y de las relaciones entre el personal escolar; ha creado una imagen social de las profesiones; ha dado preferencias a ciertas materias; ha reforzado la vigilancia, perfeccionado los reglamentos disciplinarios, ha reordenado una escala de valores; intensificado el trabajo docente, burocratizado la organización de la escuela y establecido una distribución de horarios que fraccionan, aíslan y desarticulan el funcionamiento escolar en la idea de que los planes y programas de estudio sean administrados eficazmente para lograr que cada uno realice eficientemente las tareas que se le han asignado.
LA ESCUELA Y EL TIEMPO DE LA MODERNIDADLa escuela que conocemos hoy, surgió en el proceso mismo de constitución de la modernidad, época que si bien puede ser establecida a partir de ciertos hechos históricos, principalmente se diferencia de las épocas anteriores por una manera nueva y especial de mirar el mundo. La cosmovisión de la era de la Modernidad, muestra un severo rompimiento con la manera religiosa de interpretar la vida, propiciando formas diversas que van constituyendo un modo científico de ver la realidad a partir del monopolio de la razón para el ordenamiento de las cosas del mundo, así como de recuperar el protagonismo del hombre en la construcción de su propia historia y de plantearse dominar a la naturaleza a través de conocer y transformar los fenómenos desde las incesantes revoluciones tecnológicas. Así podemos encontrar junto al silbato de las fábricas que indicaban la hora de inicio y de término de la jornada, cómo en las grandes catedrales sobresalían sendas maquinarias de reloj, que en ciertas horas activaban el sonido de las campanas; relojes de una sola manecilla, no tanto para medir segundos, sino para marcar el paso del tiempo por horasEn este devenir, hoy podemos contemplar la manera en que el universo simbólico de la institución escolar ha codificado con mayor rigor su actividad, ha hecho un conjunto de disposiciones del espacio físico, que conlleva evidentemente una perspectiva política y cultural; ha dispuesto un currículum determinado cuyos elementos de conocimiento están envueltos en una concepción legitimada de saber y de ciencia; ha seleccionado y colocado a los estudiantes de acuerdo a ciertos criterios evaluadores en grupos y niveles; ha establecido reglamentos y formas para guiar los procesos de evaluación y acreditación; ha establecido espacios y tiempos para los rituales cívicos; ha delineado ciertos rasgos de la estructura laboral y de las relaciones entre el personal escolar; ha creado una imagen social de las profesiones; ha dado preferencias a ciertas materias; ha reforzado la vigilancia, perfeccionado los reglamentos disciplinarios, ha reordenado una escala de valores; intensificado el trabajo docente, burocratizado la organización de la escuela y establecido una distribución de horarios que fraccionan, aíslan y desarticulan el funcionamiento escolar en la idea de que los planes y programas de estudio sean administrados eficazmente para lograr que cada uno realice eficientemente las tareas que se le han asignado.
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